7 de diciembre de 2009

otoño urbano

Ya otoñea en las calles de mi barrio.

Qué inútil es el otoño en las ciudades.
Qué estéril.
Caen las hojas de los pocos árboles plantados para recordarnos de dónde venimos y dónde no vamos.
Caen para nada.
Perdieron su función de crear un manto fértil y son retiradas día a día por señores y señoras con ropajes fosforitos y vidas misteriosas en sus caras. Perderán su potencial vital en algún vertedero que recoge todo lo que desechamos: papeles vanos o importantes, envases de todo aquello que ingerimos y nos sentó bien o mal, … restos orgánicos que seguro que muchos en este u otro mundo se hubieran comido, y hasta algún cadáver.

Si hemos de recoger lo que sembramos …

La gente insiste en cambiar los colores de sus ropas por otros más oscuros y más tristes para estar en consonancia con una naturaleza que ...aquí ...no existe. El frío, que es lo único que conservamos del ciclo natural, no llega. Lo hemos cambiado y hace calor, pero insistimos en encerrar nuestros pies y nuestros brazos en tejidos más calientes y aburridos, en colores sobrios y apagados , eso sí, bien combinados porque diseño sustituye a natural y todo vale.
La luz, fuente de vida, también se rige aquí por fenómenos extraños con un reloj que inventamos para llevar a cabo la tarea imposible de atrapar el tiempo y que pasean las gentes en sus manos marcándoles sus vidas y sus pasos.
Ya ni siquiera es el sol el que impone los horarios. Muchos duermen al tiempo que yo escribo y muchos trabajan cuando sueño y cuando me despierto en medio de esas pesadillas insistentes que se empeñan en igualar lo que vivo y lo que sueño. No es más coherente lo uno que lo otro desde luego.

Otoñea en las calles de mi barrio a una hora que cambiamos a la carta sin que nadie recuerde por qué ni para qué ,convirtiéndonos provisionalmente en animales intrusos de la noche. No hay especie viva que resista estos cambios gratuitos y constantes , excepto la nuestra, que a golpe de estrés y depresiones intenta adaptarse como puede a un vida que juega en nuestra contra , a un nadar contra corriente que exhausta a muchos de los que no entienden .Mientras otros que, sin entender ,aceptan vivir diciendo que sí a todo que es el mejor impermeable emocional para este otoño urbano de mi barrio.

Otoñea en mi barrio como en todos y al final lo que queda es este afán por crear del ser humano que nos ha llevado a tanto bueno y tanto malo. El que me lleva a escribir ,a crear, a imaginar … el del arte , la cultura, ... el menos estéril de la vida que llevamos .

A las pruebas me remito, yo aquí en este balcón observando con ojos de escritor a mi vecino que vuelve con el pan y las noticias bajo el brazo y al que veo poco después aparecer en otro balcón de reducidas dimensiones ,como el mío ,donde pretende atrapar , como yo, cierto retazo de naturaleza en forma de pequeñas plantas y algún árbol al que no se le permite crecer más de lo necesario. Algunos canarios cuyos cantos de libertad y de encerrados oigo en mis amaneceres naturales cuando el sol está saliendo para todos. Tiene una higuera que me fascina porque ha crecido con la forma de su cuerpo de tanto ponerse debajo a mirar la calle y quizás también a mí cuando le observo. Disimuladamente nos miramos ambos, seguro que intentando adivinar en que consisten nuestras vidas, por qué salimos al balcón, por qué miramos, qué vemos... que y quién habrá en el interior de nuestras casas cuando nos retiramos.

Yo ya sé muchas cosas sobre él y nada al mismo tiempo. Debe andar por la sesentena,.Es muy bajito y con una barba blanca que me hacía sonreír este verano cuando lo veía bajo su higuera apoyado en la barandilla como un gnomo sabio y ancestral, que miraba a las gentes con aires de superioridad benévola ,como si tuviera en su poder las claves y el secreto de la vida.. En invierno creía ver a Papa Nöel decidiendo en su balcón quienes habían sido buenos y quienes no.

Tiene una hija en silla de ruedas a la que de forma autónoma veo subir a taxis adaptados y que tal vez le hayan hecho vivir una paternidad muy diferente y quizás sea ese el origen de la sabia paz que me transmite.

Mi vecino está ahora en el balcón. Allí fuma, allí se toma sus cervezas, allí piensa , allí cuida de sus plantas , de su olivo , de su higuera, su naranjo ...de su hija. Allí vive.

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