12 de agosto de 2010

Y CÓMO NO

Pintura de Roberto Dhávila
Un par de piedras planas encastradas en los ojos de ambas cerraduras nos impedían entrar en aquella casona antigua. Llevábamos semanas planeando la visita. Sabíamos que pronto sería derruida y ansiábamos retener con nuestras cámaras las últimas imágenes de su interior. Las leyendas tenebrosas que los lugareños alimentaban sobre ella la hacían aún más atractiva. Por fin conseguimos entrar, sigilosamente, a tientas, en medio de aquella inquietante negrura. Y cómo no iba a ser de noche y dejar de funcionar las dos linternas a la vez, cómo no íbamos a sentir el miedo pertinente con la aparición de los primeros ruidos extraños , cómo no se iba a acercar Soledad a mi cuerpo, estremecida, temblando asustada, como no iba yo entonces a sentirme el ser más feliz de la tierra. Como no: de éso se trataba.

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